Miércoles 12 de noviembre. Frío de otoño, lluvioso. Preludio perfecto para ver uno de los estandartes del post rock, aunque muchos digan que no lo son.
Ver a esta banda en vivo es sentirse elevado, en otra dimensión. Sigur Ros no son unos tíos normales, estamos hablando de unos seres que con su música saben llegar hasta lo mas profundo de tu ser, estrujarte los sentimientos, confundirte, hacerte sentir tan niño y a la vez tan maduro que te duele. Es como un, un...despertar, un nacimiento, esto es arte que se te adentra por los poros, tan sutil, tan hermoso, tan lleno de color y tan oscuro al mismo tiempo. Es como la inocencia, si, es como eso. Al presenciarlos, presencias a una banda que su foco lo ocupa Jón Þór Birgisson, un tío que impresiona. Su sencillez, su entrega, su mirada que te hace ver que ha vivido dolor, pero solo te quiere mostrar esperanza. Porque eso es lo que me transmite la banda: Un dolor esperanzador.
Una banda de este calibre, que se haya hecho camino a base de esfuerzo, y una humildad gigantesca, tiene que ser de otro mundo. Este es demasiado diferente como para que cosas tan bellas surjan sin ser corrompidas. Islandeses, con tonos minimalistas cantando en un lenguaje inventado (para hacerte fijar más en la música, y cuando la hayas apreciado del todo, hacer que investigues de que se trata todo esto) anti-marketing, totalmente involucrados con su comunidad islandesa, ecologistas y con un talento para pasar desapercibidos donde quieran. Y donde no, relucir como una estrella incandescente, deslumbrante.
Difícilmente se me olvide este concierto. Pocas veces he salido de una presentación sintiendome tan extraño, y a la vez tan reconfortado .
Videos, a continuación. Es lo mas cercano para entender mis palabras.
Sigur Rós - Fljotavik
Sigur Rós - gobbledigook