Regresamos de Pompeya. Algo extenuados, no es fácil caminar por 5 horas seguidas por las ruinas de dicha ciudad, bajo el sol. Nos quedaba poco tiempo ya en Nápoles, partiríamos al día siguiente a las 12 del mediodía, así que no podíamos ponernos a inventar mucho. Esa noche fue tranquila. Paseamos un rato por una zona céntrica de la ciudad, para luego decidir marcharnos temprano al albergue. Compramos un vino de la Región de Campagnia y un buen queso mozzarella de bufala, especialidad de la zona. Relajados, nos sentamos en la zona de recepción del albergue y nos dispusimos a jugar unas partidas de ajedrez, comiendo mozarella y bebiendo un excelentísimo vino tradicional que nos vendieron por litro: 2 euros el litro, je.
Bueno, era ya el día de partida. Solo tendríamos chance de conocer una cosa, no podíamos extendernos mucho. Nos quedamos con la curiosidad de la vista de Nápoles desde el Castel Sant Elmo, recomendado por Antonio el mesero de la pizzería. Así que, nos levantamos bien temprano y nos dispusimos a llegar a dicho Castillo. Fue una lastima que Nápoles haya amanecido nublado, le quitaba un poco de belleza al ambiente de la costa y ponía muy fría la ciudad, temperaturas bajas. Sin embargo, no fue impedimento para seguir lo que nos trazamos.
¿Como llegar? Nápoles posee solo 2 líneas de metro, además de un sistema de transporte llamado "Furniculare". Si, eso mismo. Ni p* idea de que era, y eso era lo que debíamos conseguir para llegar al castillo. Después de guiarnos por instinto y por preguntarle a cuanto se nos atravesara en el camino, logramos llegar a la estación del Furniculare. Resultó ser una especie de "metro" inclinado en un ángulo de 45% aproximadamente, sin embargo, no era impulsado eléctricamente por el mismo (como el metro) sino por un mecanismo de poleas, como un teleférico. Era un teleférico con rieles, para medianamente describirlo. Disculpen mi ignorancia, pero particularmente yo no conocía de la existencia de este medio de transporte.
Llegamos a la estación del Castillo. Caminamos y caminamos, hasta que comenzamos a ver la muralla, y la vista de la ciudad ya desde abajo era hermosa. Llegamos como a las 7:30 y estaba cerrado aún, así que nos toco dar otra vuelta buscando donde comer para hacer tiempo. Volvimos a las 8, y al parecer la entrada constaba de un tour que comenzaba desde un museo que quedaba al lado y luego con esa misma entrada pasabas a ver el castillo, cuartos, bla bla bla, y la vista. A nosotros nos interesaba la vista, no disponíamos del tiempo necesario para ver todo el recorrido. así que, nuevamente la hospitalidad típica napolitana se hizo notar: Nos dejaron pasar totalmente gratis para poder apreciar la vista y así poder irnos rápido de regreso al centro de Nápoles.
Por un descuido de mi parte borré el video que había filmado desde varios ángulos del castillo, aún me estoy lamentando, ya que a pesar de que las fotos salieron bien, no son suficientes para mostrar la grandeza de esta ciudad llena de mezcolanzas y ambientes contrastantes.
Bajamos, nos dirigimos al Aeropuerto, y por retraso de nuestro vuelo Nápoles-Milán, perdimos la conexión Milán-Madrid, y eso nos dio la oportunidad de conocer un poco de Milán. Pudimos descubrir que es cierto, la diferencia entre La Italia del Sur y la del Norte es abrumadora, parecen dos naciones totalmente diferentes, del Cielo a la Tierra. Milán, todo ordenado, árboles bien cuidados plantados en todos lados, calles perfectas. El recorrido del aeropuerto de Milán hasta la ciudad como tal era larguísimo, 1 hora aproximadamente, y en todo el camino te sentías como si estuvieras en Canadá (por los miles de árboles alrededor, zona boscosa, todo perfectamente cuidado), o en Suiza. Es más, se apreciaban los Alpes Suizos en el horizonte.
Y pues, si, la diferencia era del cielo a la tierra, y lamentablemente en la gente también. No me gusta mucho hablar mal de nadie, al menos no quiero hacerlo públicamente por este espacio, así que solo me remitiré a decirles que entre la gente napolitana y la milanesa hay un trecho que jamás podrán cruzar estas últimas. No me quedó absolutamente nada constructivo de esa sociedad, y aún no entiendo como los familiares de mi esposa que nos recibieron (muy amables por cierto, se portaron muy bien), aguantan vivir entre tanto Gucci, Versace y Praga.
Ya para concluir, solo tengo que decir que este viaje será algo que definitivamente nunca olvidaré. Tanto así, que estoy barajeando la idea de irme a vivir una temporada a Italia, buscando un equilibrio entre el orden de Milán, y la alegría de los napolitanos. La sangre llama, y a mi me llamó un montón (mi esposa esta preocupada, ya ni sabe a donde la arrastraré :p). Bella tierra, Bella Italia.
5 comentarios:
Sr. Romulo, me quito el sombrero. Tremendo viaje.
Excelentes fotografías. Lo del asunto de la amplitud de la ciudad se resuelve con un trípode y tomando la fotografía por secciones de derecha a izquierda o viceversa. Luego solo las hubieses empatado en con photoshop.
:)
Gracias por las recomendaciones, Maru. El problema es que el tripode (que ya me lo habia comprado para las fotos del eclipse) me ocupaba un espacio en el bolso que necesitaba para mi ropa :). Eso es lo malo de viajar de mochilero.
Excelentes fotos Rómulo.
que pasó con la catedral de milan y las fotos??? :(
Tremendo cierre minos. De pana que he quedado con muchas ganas de visitar Napoli. Con respecto a las diferencias entre el norte y el sur, no puedo sino estar de acuerdo contigo. Parece mentira que con sólo desplazarse unos cuantos kilómetros dentro de un mismo país, la gente pueda cambiar tanto.
Publicar un comentario